RELIGIÓN
LA PAZ SE HACE EN FAMILIA
La paz se hace en la familia, así de
sencillo. Cada uno de nosotros en nuestra casa puede hacer una diferencia en la
vida de nuestras familias y por lo tanto de nuestra comunidad. Es cuestión de
creer en la fuerza de una buena familia. Esa se hace y se fortalece día a día
haciendo llegar un mensaje claro de amor a sus miembros. El amor o el afecto
puede llegar de muchas maneras, pero tiene que ser el protagonista central. Sin
él no podemos construir el respeto y la autoestima de los hijos. No es una
tarea fácil, pero con un pequeño esfuerzo diario se puede lograr.
Una buena familia es aquella que ayuda
a todos sus miembros a crecer y ser fuertes. Es un núcleo donde existe un clima
de confianza donde se pueden contar las cosas diarias sin temor a ser juzgados.
Una familia adecuada es tolerante de las debilidades de cada quien. Apoya
también los talentos y fortalezas que tengan los hijos. Permite los errores
porque entiende que solo así aprenderán a crecer adecuadamente, logra un
equilibrio entre la autoridad y el amor que permite el desarrollo sano de sus
miembros.
Una buena familia tiene rutinas y
ritos que todos respetan. Comen juntos aunque sea una vez al día. Celebran los
cumpleaños y las Navidades juntos. Se acompañan entre sí en las buenas y las
malas. Pasan tiempo juntos, y también abren el espacio del tiempo individual.
Cada hijo necesita un tiempo o un espacio que sea solo para él (ella). En una
buena familia existe el respeto por los padres y por los hijos. El maltrato se
minimiza. Se acepta el conflicto como parte necesaria de la vida cotidiana. La
convivencia implica algo de conflicto pero se asume una actitud constructiva
frente a este. En una buena familia existen buenos ejemplos por parte de los
padres con el testimonio de vida de los padres, se les enseña a los hijos
valores como honestidad, generosidad, respeto y confianza. A los hijos se les
supervisa sin darles una atención exagerada. Se está allí disponible más no
demasiado involucrado.
En una buena familia va a haber de
todo un poco, sin que por eso se rotule a los hijos. Encasillar a un hijo como
el difícil, al otro como el inteligente, hace mucho daño pues no permite que el
ser humano cambie. Cada miembro tiene derecho a ser como es y debe tener la
libertad de desarrollar su potencial. Una buena familia es capaz de mandarle al
hijo el mensaje de que pase lo que pase los demás miembros siempre estarán ahí.
El pertenecer a una familia fuerte y
unida es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos y a las futuras
generaciones. Esto se lleva muy adentro y vale más que el dinero, el poder o
cualquier otra riqueza. Así de sencillo, construyamos familias buenas de verdad
y así sí podemos construir una verdadera paz.
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